jueves, 2 de junio de 2011

Maldito Pepito Grillo



Noche. Más bien madrugada. Caminaba desde la feria de mi pueblo por una calle desértica hacia mi casa. Iba agarrado a mi pareja bastante cansado, y entre eso y la oscuridad casi no veía a 3 palmos. Pero incluso en ese estado de poca visibilidad, ella visualiza un objeto brillante y solitario, abandonado en medio de la acera por alguien que había sido más descuidado de lo que debería. Se trataba de una cámara digital.

Como si el mundo dependiese de ello, me lancé por la cámara como una hiena hambrienta lanzándose por un tierno corderito. La cogí y mi felicidad aumentó en 5 puntos, puesto que mi cámara digital está rota, y encontrarme una en medio de la calle no entraba dentro de mis planes futuros, que no barajaba otra posibilidad que la de gastarme un pastizal en una nueva para cuando las ranas criasen pelos. La miré de un lado a otro, como un niño ilusionado un 5 de enero a la llegada de los reyes magos. Entonces la encendí, y cuan maruja osada cuya curiosidad insaciable la carateriza, me puse a cotillear las fotos que había en ella.

Fue entonces cuando pasó. Fotos de mujercillas de 14 o 15 años con sus rostros felices protagonizaban todas las fotos, y en especial una, que parecía ser la dueña de la cámara, echándose fotos delante del espejo con una sonrisa radiante mientras se probaba un traje de gitana. Aquel rostro inocente hizo que mi conciencia me ardiera y torturara por dentro, impidiéndome mantener aquel pensamiento de quedarme con la cámara de una dulce y joven niña, que en aquel momento debía estar pasándolo bastante mal por tal perdida. Definitivamente no podía. Tenía que encontrar a aquella niña y devolverle su cámara fuese como fuese.

Llegué a mi casa autoconvenciéndome y buscando excusas baratas de por qué no debía quedarme aquella cámara, en un vano intento de hacer que devolver aquel objeto perdido me hiciese no sentir demasiado tonto. Pero aún así, sabía que debía hacer lo correcto, por mucho que la tentación tratara de vencer la feroz lucha que libraba con mi particular Pepito Grillo.


He aquí la protagonista de mi dilema moral



Una vez asumido lo que debía hacer, traté de meter alguna foto a mi Pc para probar suerte en Tuenti, intentando encontrar a alguien del pueblo que conociese a la persona que parecía ser la dueña de la cámara. Una mezcla de la torpeza de mi Pc, con el hecho de que la entrada usb de la cámara fuese extremadamente rara y un lector de tarjetas corrupto, hizo que acabase corrompiendo el contenido de la tarjeta, haciéndola ilegible desde cualquier dispositivo. Aunque por suerte del destino, pude salvar una de las fotos en el escritorio de mi Pc.

Así pues, el siguiente paso era el subir la foto a Tuenti, etiquetar en ella a todo cristo, y esperar a que algún conocido de la chica de la foto apareciese, en parte deseando en mi más hondo interior, que jamás ocurriese y pudiese quedarme con aquella cámara sin una pizca de remordimiento. Pero sólo 5 minutos bastaron para que una conocida suya me agregase, y un amigo mío me dijese que la conocía. Por lo que en 5 minutos más ya tenía la dirección del Tuenti de la propietaria, la cuál agregué sin dudar explicándole el motivo.

Y aquí acabó finalmente mi dilema, calmando mi conciencia y acabando así otro episodio más de mis aventuras y desventuras de vicisitudes únicas que solo pocas personas se plantearían.

PD: La chica aún no me ha aceptado, y espero que jamás lo haga :$

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